Habitualmente uno acude a los funerales no para velar al muerto, si no para hablar con los vivos. El muerto es quizá el que menos importa de todos, porque sobre todo ya está muerto, y uno trata de ocuparse de los vivos alrededor, familiares y amigos. Es importante estar allí con ellos, ayudarles y darles soporte en una situación tan complicada y dolorosa como esa. El muerto podría incluso, en ocasiones, no aparecer.
En otras ocasiones se va a los funerales con la idea de dejarse ver. Viendo el interminable en el tiempo funeral de Chávez, parece que mucha gente ha ido allí a dejarse ver, a mostrar cuanto apoyaba al que hasta ahora era el Presidente de la República y líder de Venezuela. Me recordaba la anécdota sobre las visitas de Stalin a las fábricas soviéticas, en las que los aplausos por cualquier motivo se alargaban indefinidamente. Ninguno de los presentes se atrevía a ser el primero en dejar de aplaudir, sabedor de que quedaría señalado y, posiblemente, unos hombres grises se lo llevarían a Siberia por sedición. No dejarse ver en el funeral de un líder supone una ausencia. Y las ausencias son siempre muy significativas.
Hoy, gracias a Ana de Armas, he recordado a Neil Young. Uno de los músicos más importantes de la “música de guitarras” (me resisto a etiquetarlo). Una carrera de más de 40 años, con 34 discos de estudios (hasta el momento), y que ha ingresado por partida doble en el Hall of Fame del Rock n´ Roll. Pero sobre todo, una persona con una carrera coherente, con la que se ha ganado el respeto del público y de otros músicos, que le sitúan al nivel de Dylan.
Esta mañana he pensado que iría al funeral de Neil Young, si estuviera vivo en ese momento. Por rendirle homenaje, por agradecerle, aunque sea en voz baja, su carrera, sus discos, sus canciones. Y he pensado que no sería el único. Y he pensado también que Neil Young iría a su propio funeral, si pudiera. Estaría orgulloso de lo que ha realizado, de lo conseguido, de lo que habría aportado con su música y su presencia a los demás. Por su faceta de músico, pero también de su faceta de persona. Jugando a imaginar, se pasearía por allí entre los que hubiéramos ido a decirle adiós. Se asomaría a su féretro, donde reposaría él mismo, y se diría a si mismo, en tono sería que terminaría en una media sonrisa “Podía haber sido mejor, pero.. ha estado bien”. No iría a su propio funeral para hacer el teatro, lo haría simplemente porque podría hacerlo.
Irías a tu propio funeral? Estaría orgulloso de lo alcanzado? Merecerías que fueras a despedirte a ti mismo? Sin preocuparse de quien va o quien no va, sin saludar a nadie, simplemente por el dolor de haberte marchado. Habrías vivido lo suficiente? Dirías “con todo lo que te (me) quedaba por hacer…”.
Has vivido como has querido?
Neil Young vivió buscando un corazón de oro. No sé si lo habrá encontrado o no, pero… puede estar orgulloso de la búsqueda.