Some might say…

Te has preguntado alguna vez… ¿y si hoy es el día?
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En los años 80 Jane Fonda era una actriz consagrada que había llamado ya la atención de los medios por su capacidad interpretativa (ha ganado dos premios Oscar en su carrera) y por su actividad política, que le causó no pocos problemas con la policía durante su juventud. En 1984 fue llamada para hacer un reportaje con carácter político debido a su compromiso, y durante la grabación sufrió un esguince de tobillo, que le impidió moverse durante un tiempo. “¡Que mala pata!”, dirían algunos.

Jane no pudo retomar el ballet, el ejercicio físico que habitualmente hacía para mantenerse en forma, puesto que era demasiado agresivo con sus tobillos. Tuvo que estar inmovilizada y en reposo durante un tiempo.

Pasado este descanso, Jane tuvo que buscar una nueva manera de mantenerse en forma. Le hablaron de una disciplina nueva, en la que un grupo de mujeres se reunían en una sala con música, y realizaban una serie de ejercicios aeróbicos guiadas por una líder. Como no parecía que su maltrecho tobillo fuera a sufrir mucho con este ejercicio, decidió probar. Y acudió a su primera sesión de aerobic.

Poco a poco Jane fue enganchándose al aerobic, y alguien de su entorno del mundo del cine le propuso hacer vídeos con aquellas sesiones, para que la gente pudiera verlos en sus casas. Jane dudó, pensaba que la gente podría ya no verla como actriz después de verla haciendo deporte; además, el vídeo no estaba demasiado implantado aún en las casas de las familias. Pero finalmente la convencieron y grabaron un vídeo con aquellos ejercicios.

Se convirtió en una auténtica sensación. Vendió 17 millones de unidades en Estados Unidos, siendo por supuesto el vídeo más vendido de aquel año, e hizo que la venta de reproductores de vídeo se duplicara. En los años posteriores, Jane Fonda hizo otras 23 grabaciones de aerobic.

Aquel día en el que Jane tropezó las cosas no salieron como se esperaban. Pero Jane estaba preparada para aceptar las cosas como vienen, y para aprovechar las nuevas oportunidades, las ventanas que se abren cuando se cierra una puerta.

Oasis lo cantan mucho mejor: “Some might say, we will find a brighter day.”

Y si hoy es el día que te hacen esa propuesta? Y si hoy es el día que das un paso adelante? Y si hoy es el día que aparece la oportunidad que tanto has estado buscando?

Estás preparado?

Muelle, o cómo dejar una firma.

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Juan Carlos Argüello diseñó una firma con el nombre de “Muelle”, que subrayaba con un dibujo de un muelle enroscado que terminaba en una flecha. Le gustó su propio diseño, y decidió comenzar a pintar en las paredes de las calles madrileñas. Eran los años 80, el graffiti no era demasiado popular en España, y Muelle consiguió ser tremendamente conocido en la ciudad, por la sorpresa que suponía su actuación, y por la ubicuidad de sus firmas.

La firma del Muelle fue evolucionando en los años posteriores, siempre con el mismo nombre, pero con un diseño en tres dimensiones, con diferentes colores, o añadiendo la (C) que avisaba de la paternidad y el registro del diseño.

Juan Carlos falleció en 1995, aunque dos años antes decidió dejar de firmar las paredes de su ciudad, declarando que había dejado de ser espontáneo. Los artistas también mueren.

Muelle declaró en aquellos años de la Movida que no había una razón especial para su firma, que no intentaba transmitir nada; Muelle solo quería llamar la atención, y desde luego que lo consiguió. Muelle consiguió inspirar a una generación de artistas urbanos, y consiguió pasar a la posteridad.

Hoy en día apenas quedan en Madrid pintadas originales de Muelle, todas están tapadas por otras firmas o por capas de pintura blanca. El arte urbano nació para ser muy popular, ya que su museo es la calle, pero también condenado a ser efímero. Muelle ha conseguido dejar su firma en la vida, lo mejor de sí mismo, a pesar de que ya no existan sus firmas.

Y tu? Sabes ya qué dejarás como firma en esta vida efímera?

Menos es más. Leidenfrost!!

Todo el mundo sabe que el agua hierve a 100 grados. Y es lógico pensar que… cuanto más alta esté la temperatura, más rápido debe hervir! Y esto es cierto, hasta que llegamos a unos 193 grados centígrados. En ese momento exacto, la gota de agua que lanzamos sobre la superficie caliente ya no se evapora tan rápido. Y aún hay más! Parece que se queda bailando por unos instantes, para evaporarse tras haber jugado con los números y con nosotros.

El efecto Leidenfrost viene a ser el fenómeno de la capa de vapor que se forma alrededor de un líquido, al encontrarse sobre una superficie con temperatura significativamente mayor al punto de ebullición de ese líquido. Básicamente, si echamos unas gotas de agua sobre una base caliente a unos 193 grados, el agua no se evaporará inmediatamente, si no que se creará una capa de vapor entre la base y el agua, que hará que esta se evapore más lentamente, dando además la impresión de que el agua está “flotando”.

Hay ocasiones en las que menos es más, en la que el punto medio es lo adecuado, en la que la comida sabe mejor cocinada a fuego lento. No es necesario que cocinemos siempre a la máxima temperatura. Nuestras abuelas, las mejores cocineras del mundo, hacían aquellos platos a fuego lento, aunque ellas al ingrediente secreto lo llamaban “cariño”. Quien iba a decirles que el efecto Leidenfrost iba a servir para recordarlas, quien iba a pensar que las abuelas nunca pasarían de moda.

Hay otra manera de hacer las cosas, sin necesidad de llevarlas al límite. A veces, menos es más.