Words…

Words… don´t come easy to me…

Eso era lo que rezaba una de las canciones más conocidas de los 80 (los terribles 80!!), que todos podríamos cantar.

“Palabras. Las palabras no me vienen fácilmente.”

En la canción el cantante se dirige a su amada, a la que dice que las palabras no le llegan, que no consigue expresar con palabras todo lo que siente. En esas ocasiones los besos y los abrazos son los que sustituyen a las palabras, habría que decirle a nuestro amigo!

Pero es que a veces las palabras no quieren salir. A veces no conseguimos que expresen exactamente lo que queremos. A veces nos damos cuenta de las palabras que queríamos decir segundos después de haber dicho otras que no eran las que necesitábamos. A veces, nunca encontramos las palabras. Y es que las palabras cuestan porque son importantes, son la herramienta que tenemos para abrirnos a los demás, para que los demás entiendan lo que queremos decir.

Y hay ocasiones en las que alguien encuentra las palabras que a nosotros nos faltan, llega exactamente al lugar donde nosotros queríamos llegar. Las podemos encontrar en un libro, en una canción, en un discurso, en cualquier conversación. A veces alguien dice que las palabras no le vienen fácilmente, y es suficiente para que nosotros sepamos qué es lo que siente.

Y a veces alguien encuentra las palabras exactas que necesitábamos, y nos las regala. Y cuando llega un regalo lo único que tenemos que hacer es agradecerlo, abrirlo y disfrutarlo.

Esta Navidad, regala palabras. Son baratas, sostenibles y no necesitan envoltorio. Se pueden dar en persona, enviar por mensajero o por teléfono. Todo son ventajas! Y, si son las palabras que la otra persona necesita, serán el mejor regalo.

P:D Gracias a Susana Acedo por el video! Os recomiendo su Blog: www.susanaacedo-sacedo1977.blogspot.com/

Un paso adelante, el paso adelante.

Cuando andamos no pensamos en cómo tenemos que dar el siguiente paso. Simplemente, lo damos. Tras posar la planta del pie izquierdo, no nos detenemos a pensar si tenemos que plantar el pie derecho, cuánto tenemos que elevar la rodilla, con qué ángulo debemos girar el tobillo. Simplemente, damos el paso.

Pero esto no sucede siempre. Hay ocasiones en las que sí nos detenemos al dar un paso adelante. Cuando es un paso importante, fundamental, o cuando es un paso sin dirección, o cuando es un un paso hacia lo desconocido, o cuando.. Cada uno sabemos qué pasos nos cuesta dar, y en cada caso son diferentes. Y en todas estas ocasiones sí nos detenemos a pensar en el ángulo de nuestro tobillo, en la fuerza con la quedaremos el paso, en el ruido que haremos al posar nuestro pie. Y a veces… pensamos tanto… que no terminamos de dar el paso.

Una de estas ocasiones más habituales en las que dudamos sobre cómo debe ser nuestro siguiente paso es a la hora de pedir ayuda. Pedir a alguien que nos ayude, que nos eche una mano, no es lo más sencillo para muchas personas. A veces cuesta un mundo.

A muchos les cuesta dar el paso de pedir ayuda, de levantar la mano y solicitar asistencia. Sin embargo, vemos normal que cuando alguien se tuerce un tobillo, pida unas muletas, o un hombro sobre el que apoyarse. Cuando las ruedas del Formula 1 están gastadas, vemos normal que los pilotos entren en boxes para que las cambien los mecánicos, porque ellos no pueden hacerlo sin ayuda.

Vemos normal que la gente pida ayuda, pero… y a nosotros? Qué nos impide pedir ayuda?. Qué nos impide dar ese paso?.

Saber qué es lo que nos impide levantar la mano y pedir ayuda será el primer paso para superar la situación con la que no podemos. Es un primer paso complicado, supone reconocer (y reconocernos!) que algo no funciona, y que nosotros, sin ayuda, no podemos superarlo. Y a la vez, mágicamente, es el primer paso para superarlo.

Dar el paso adelante es a veces arriesgado, pero puede conseguir que las cosas fluyan.

Os dejo un video de personas que dan un paso adelante, un salto adelante. Y, tras verlo, dime si ese paso adelante no supone libertad.

I Believe I can Fly ( flight of the frenchies). Trailer from sebastien montaz-rosset on Vimeo.

Gracias a Ka por el video!

Picasso y el cambio.

Viendo la noche electoral, en la que todos ganan, y en la que todos se erigen como cabezas del cambio (incluso los candidatos del partido en el actual gobierno), me ha dado por pensar en si realmente cambiamos, si realmente nosotros como personas podemos dar ese giro a nosotros mismos. En el anterior post había dudas de si podemos cambiar nuestros valores. Proponía que hay una parte de nosotros que es irrenunciable, lo que llamamos los valores, pero alguna persona mostraba dudas.

Y me he acordado del cuadro de Picaso Las señoritas de Avignon. Siempre he pensado que Picasso era un genio, alguien capaz de hacer cosas fuera de lo normal. Me di cuenta que Picasso era un genio el día que vi una escultura suya que se llamaba “Cabeza de toro”, creada únicamente con un sillín de bici y el manillar de cabra de la misma.

En el cuadro “Las señoritas de Avignon” se muestra a cinco mujeres, prostitutas, desnudas en diferentes posturas. Miran al espectador sin ningún disimulo, pese a su desnudez. El cuadro supuso un cambio con la trayectoria del autor, pero incluso con la propia historia del arte, rompiendo reglas que hasta ahora dominaban la pintura. Introduce la descomposición del espacio, la descontextualización de las figuras. Picasso comenzó su periodo africano con este cuadro, iniciando el cubismo. Solamente representa aquello que se sabe de las figuras, no aquello que se ve.

El cuadro fue pintado por Picasso en 1907, pero no lo enseñó públicamente hasta 9 años después, ya que aquellos amigos a los que Picasso lo enseñó en este periodo, quedaron muy sorprendidos por el mismo. Muchos no entendieron ese cambio, e incluso se burlaron de él. A Picasso también le afectaban las críticas, por eso tuvo tanto tiempo el cuadro escondido. Años después llegó a venderlo por poco dinero, pero hoy en día es uno de los cuadros referencia de la historia del arte, además de uno de los más valiosos.

Leyendo lo escrito hasta ahora puede dar la sensación de que Picasso cambiaba sus valores, renunciando a ellos, y así sus amigos no conseguían encontrar su verdadera esencia. Pero reflexionando un poco más sobre Picasso, su trayectoria, propongo una solución sencilla: Uno de los valores de Picasso era el cambio.

Picasso tuvo varias etapas, el periodo azul, el periodo rosa, el protocubismo, el cubismo cizannesco, el cubismo analítico, el cubismo hermético, el cubismo sintético, el surrealismo, el periodo de vallauris… fue pacifista, se afilió al partido comunista, hizo el Guernica, hizo esculturas, tuvo innumerables amantes, e incluso podía cambiar de nombre todas las veces que quisiera, ya que se llamaba Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso.

Picasso era el cambio en sí, la evolución. Y este hecho es desconcertante, incluso llegando a no ser comprensible.

En el cuadro de Las señoritas de Aviñón hay cinco figuras, y en sus caras podemos ver una evolución en la historia de la pintura. La primera de la izquierda tiene un rostro egipcio, podemos verla de lado. En las dos del centro, los rostros son iguales a las esculturas íberas, y las dos figuras de la derecha, una de las cuales tiene el cuerpo completamente girada, muestran en sus rostros máscaras africanas. (Estas máscaras africanas no se conocieron en Europa hasta aquellas fechas). Un cuadro de cambio en el que muestra el cambio.

Una cosa es tener valores, y cambiarlos. Otra, tener el cambio como un valor. Y otra, hacer creer que cambiar es uno de tus valores.

Frank Sinatra

Frank Sinatra llevaba peluquín.

Esto no tiene nada que ver con el post, pero bueno, es ese poquito de información absurda que siempre aportamos en este blog. Y ahora, vamos con lo interesante.

Frank Sinatra, además de tener varios peluquines con los que viajaba a todas partes, tenía una voz fantástica. Parece que su voz ya no está de actualidad, pero si buscamos su nombre en google encontraremos más de 7 millones de entradas, a pesar de morir mucho antes de existir internet.

Sinatra tenía una canción que le definía mejor que ninguna otra. Su “My way” ha sido mil veces imitada, nunca superada, a pesar de ser una versión de una canción francesa que fue versioneada previamente por Paul Anka, que fue quien cambió la letra de la original.

Y es esa letra la que quisiera comentar. Mientras sigues leyendo, pulsa el play y escucha su Voz.

La canción habla de un hombre que ya está cercano a su final, haciendo repaso a su vida y a sus aventuras. Sinatra consigue que creas que es a tí a quien se lo cuenta. Él es una persona segura. Sabe quien es y no teme repasar lo que ya ha hecho, lo que ha conseguido en su vida. Está especialmente orgulloso de no haber tenido que depender de otros para alcanzar sus objetivos. Está orgullos de haber superado desafíos, de decir lo que piensa y de hacer lo que siente. Y todo, lo ha hecho a su modo. Todo lo ha conseguido a su manera, siendo fiel a sí mismo, convenciéndose de que toda su vida la ha vivido como quería.

El final, apoyado con la orquesta, consigue que la emoción suba.

For what is a man, what has he got?
If not himself, then he has naught.
To say the things he truly feels.
And not the words of one who kneels.
The record shows I took the blows.
And did it my way.

YES, IT WAS MY WAY.

Si, a su manera. Ojalá todos pudiéramos cantar esta canción al final de nuestros días. Vivirla a nuestra manera, estar orgullosos de poder decirlo, de poder cantarlo. No es emocionante?

Y.. a ti? Hay algo que te impida cantar esta canción? Si es así… Qué es lo que te lo impide? Saberlo será el primer paso para poder arreglarlo.

Van Gaal y los valores.

Era lector de La libreta de Van Gaal, una web que nació con la idea de criticar el nivel del periodismo deportivo en España. Publicaba su autor entradas en las que incluía artículos o intervenciones de periodistas deportivos que eran remarcables por lo poco profesionales, partidistas o simplemente lamentables. Una gran idea, dado el nivel de los diarios deportivos de este país. Leía con interés los artículos y también los comentarios que se generaban entre los lectores. Era un debate sano, generalmente, y divertido. (Siempre he pensado que lo mejor de Internet es la posibilidad que todo el mundo tiene de expresarse, y leer los comentarios de las noticias hace que uno tenga una visión completa sobre la misma)

Decía que era lector, porque hace unos días Louis, el seudónimo del periodista que sigue produciendo La libreta de Van Gaal, decidió cerrar la posibilidad de comentar las entradas, dado que, a su juicio, se aprovechaban los que escribían para criticarle a él. El hecho cierto es que el dueño del blog es él, y está en su derecho de hacer lo que considere oportuno con su “criatura”.

Los habituales usuarios crearon una página en la que poder continuar con sus charlas sobre los artículos y los múltiples temas que surgían en las conversaciones. Todos se muestran irritados con Louis, pero también sorprendidos de que una web que nació con el ánimo de hacer una crítica legítima sobre artículos y periodistas deportivos cierre con la excusa de que la gente que comenta critique la propia página o a su autor.

Cuando conocemos una relación, bien sea con una persona, un libro, una empresa, una web o lo que sea, detectamos los valores que rigen esa relación. Los valores pueden ser los que sean, pero deben estar claros: transparencia, lealtad, coherencia, compromiso, cercanía, humildad… Cualquier valor o grupo de valores puede regir dicha relación. Sin embargo, cuando detectamos que estos valores cambian en la relación, inmediatamente somos conscientes de ello, y nos replanteamos dicha relación.

Una cantante que pasa de ser country comprometida con el medio ambiente a hacer música disco buscando ampliar las ventas, una pareja que pasaba el tiempo en comedores sociales y ahora no es capaz de pensar en nadie más que en si misma, un periódico que cambia sus editoriales según el viento que sople… Seguro se te ocurren cientos de ejemplos.

El hecho es que cada mínimo cambio en los valores hacer que dicha relación se tambalee, puesto que afecta a los cimientos de la misma. Esos valores son lo que unen las relaciones, y al verse afectados, muchas relaciones no sobreviven.

La Libreta de Van Gaal siempre ha sido una web interesante, con análisis divertidos y agudos. Sin embargo, los valores que se daban por supuestos para aquellos que la leíamos, no se han confirmado como tal. Puede ser que los lectores hayamos pecado de ingenuos, pues nunca se nos confirmaron dichos . Puede ser que el interés de tener lectores hiciera que el autor del blog fuera contra sus propios valores hasta que algo le ha hecho despertar. Pueden ser mil cosas. Pero los lectores han detectado que algo ha cambiado, algo que en ocasiones no se puede entender o explicar, algo que no flota en la superficie, algo realmente profundo. Algo suficientemente importante.

Además de la lectura casi siempre divertida de la Libreta de Van Gaal estos años, por lo que le agradezco al autor todo su trabajo y tiempo, saco en claro de toda esta historia que si no se comparten los mismos valores, no podrá haber entre las dos partes una relación que funcione. Y no es una enseñanza pequeña.

El espacio vital en el otoño.

Ya ha llegado el otoño, al menos en Madrid. Hasta hace dos días teníamos buen tiempo, pero estas cosas llegan así. Un día se pone a llover, y ya el cielo no vuelve a ser claro a partir de las siete de la tarde hasta que llegue abril.

En los días de otoño la gente se arma con paraguas. Y hago bien en decir que se arman, porque realmente a veces la calle se convierte en un campo de batalla.

Tengo un amigo que odia los paraguas, pero los lleva porque si no se siente indefenso. Está incómodo cargando con él todo el día, porque los días que amanece lloviendo ya sabéis que a medio día para, y los que comienzan con cielo despejado, terminan lloviendo a mares. Es una de las leyes clásicas de Murphy. Y le cabrea tener que cargar con el paraguas todo el día, pero no le queda más remedio que llevarlo para protegerse de el resto de ciudadanos. Y es que cuando llueve, cuando cargamos con un paraguas, perdemos el sentido de nuestras medidas. Nuestras fronteras cambian, y no sabemos controlarlas. Por encima de nuestra cabeza nos sale un sombrero que nos hace medir un metro más de diámetro, y eso no sabemos controlarlo.

Sin embargo… todos conocemos las distancias en las que nos sentimos cómodos. Cuando no llevamos paraguas sabemos hasta donde podemos acercarnos a nuestros interlocutores, sabemos cuando nos sentimos incómodos cuando alguien se nos acerca demasiado para hablarnos, reconocemos la desconfianza de alguien cuando está demasiado lejos para contarnos algo que tiene que contarnos. Todos nos sentimos incómodos en el ascensor, porque estamos demasiado cerca del otro. Y nos sentimos liberados cuando llega nuestro piso.

Cada uno de nosotros tenemos una “burbuja” alrededor, que es la que marca las distancias a las que la gente puede acercarse a nosotros. Esta burbuja varía de tamaño según estemos en la playa, en un concierto o abrazados a otra persona. Los límites son, evidentemente, invisibles, pero todos conocemos los nuestros.

Si queremos que la persona con la que tratamos reciba todo el respeto y aprecio que la tenemos, debemos tener en cuenta esta burbuja, no traspasar los límites. Y esta burbuja no solo se debe quedar en el aspecto físico, si no también en los límites de trato personal y confianza que tenemos con todas las personas con las que nos encontremos, sean clientes, compañeros… Si nos gusta preservar nuestra burbuja, respetemos también la de los demás. Y conseguiremos llegar a un mejor entendimiento.

Y… por favor, cuando paseéis con un paraguas… acordaros de que hay algunos incautos que no llevamos paraguas porque no nos gusta, y no queremos llevarlo únicamente para competir en la batalla. Acordaros de que medís un metro de diámetro, que las varillas de los paraguas están afiladas y a veces pincháis nuestra burbuja!

Los Ketama y la manzana.

Quién me iba a decir a mi que iba a poner una canción de Ketama en el blog…

Muchas veces vamos con el piloto automático. En el día a día no pensamos hacia dónde vamos, qué dirección estamos tomando. Y sin embargo, nos sorprendería que, si preguntáramos a alguien que va corriendo por la calle “Hacia donde vas?”, nos contestara con un “No sé!”, mientras sigue corriendo.

Es más fácil llegar si uno sabe hacia donde ir. Y es que a veces ocurre que llegas y ni te das cuenta, puesto que no sabías donde se supone que tenías que llegar. Así que sigues caminando, o corriendo (sabíais que la gente de Madrid es la que más rápido anda de todas las capitales europeas?), sin saber hacia dónde.

Sea donde sea que queramos llegar, es necesario saber hacia donde nos dirigimos.

Steve Jobs se juntaba con su amigo Wozniak, el que todos apuntan como genio de la informática de Apple, para crear cacharros informáticos en sus garajes que todo el mundo veía como unas rarezas. Sin embargo, tenían una idea. “No estamos locos, que sabemos lo que queremos”, podría haber dicho Jobs, inspirando a Ketama. Pero lo que realmente dijo fue: “Al construir ordenadores al alcance de cualquiera le estoy dando poder a la gente. Pueden acceder a la información ellos mismos. Y eso va a provocar más cambios que cualquier ONG”.

Hubiera sido bonito que Steve Jobs hubiera inspirado a Ketama, pero lamento decir que no es cierto. Sin embargo, Steve Jobs, el conseguidor de Apple, sabía qué es lo que quería. Tenía muy claro su objetivo, y desde luego lo consiguió. Definir su objetivo fue la base, el pilar de la compañía. Y es que… Alguien piensa que Apple hubiera llegado a ser la empresa tan valorada que es si su máximo responsable no tuviera absolutamente claro cual era su objetivo?

Todo esto sería más sencillo de explicar con un video de Steve Jobs cantando “No estamos locos, que sabemos lo que queremos” junto a los hermanos Carmona. Pero no se puede tener todo en la vida! Podemos no tener ese video, pero lo que si que necesitamos es un objetivo.

PD. Quizás alguno de vosotros haya contestado “Ser feliz”, que es un objetivo fantástico. Pero.. si has respondido que quieres ser feliz, la siguiente pregunta es sencilla: “Qué te hace feliz?” y cuando tengas la respuesta podrás responder a “Qué te impide ser feliz?”. Con esas dos listas, puedes empezar a trabajar.