En la libreria de Karl Konrad Koreander…

images… Bastián Baltasar Bux roba La historia interminable, un libro que le atrapará, literalmente, y con el que realizará un viaje que nos maravilló cuando fuimos niños. El libro, editado con dos tintas, o la película, con el mítico Fújur, están en nuestra memoria porque eran divertidos, inocentes, aventureros, y protagonizados por un niño, con el que nos era fácil identificarnos.

La historia es bien conocida. Según Bastián va leyendo el libro, va enredándose en la historia que cuenta, la búsqueda de Atreyu, un niño guerrero, de un remedio para la enfermedad de la Emperatriz infantil, quien comanda el reino donde viven, Fantasia. Bastián va metiéndose cada vez más en la historia, tanto, que termina formando parte de ella, formando parte de los problemas, pero también de las soluciones.

La novela nos encantó cuando éramos niños, pero una vez leída de adultos, el mensaje que destila la historia es de lo más cercano a la búsqueda de uno mismo que podemos encontrar. Cientos de libros de autoayuda que contienen el mismo mensaje, y peor contado, que este libro que ya habíamos leído cuando niños.

Fantasía tiene un problema, y es que están apareciendo lugares con la “Nada”, una especie de vacío que va arrasando todo lo que encuentra. Es peligroso quedarse mirándola fijamente, porque te atrapa, y jamás puedes volver a salir de ella.

Atreyu es designado por la Emperatriz Infantil para buscar el remedio a su enfermedad, con la que acabarían también las “Nadas”. Busca por todo el territorio, pero se da cuenta de que necesita la ayuda del otro mundo, del mundo real, de aquel que está leyendo la historia, Bastián.

Bastián tiene miedo de dar el salto al reino de Fantasía, pero decide dar el salto. Pronto llegan a la conclusión de que la Nada es debida a que los hombres ya no crean, ya no imaginan, y por ello Fantasía está desapareciendo.

Mil peripecias ocurren en sus viajes, y Bastián se da cuenta de que cada vez es menos hombre, cada vez está más alejado del mundo real. Cuando ya forma parte completamente de Fantasía, y se da cuenta de que eso no está solucionando el problema, si no más bien agravarlo, ya que sus recuerdos se han perdido.

Todo el periplo, todo el libro, es un ejercicio de autoconocimiento. En él están todas las claves para saber reconocerse uno, para darle la importancia que tiene a este descubrimiento, y para saber ser humilde para aceptarlo. Hay amigos que siempre acompañan, hay pruebas que enfrentan a uno mismo, hay invitaciones a olvidarse de la importancia de uno mismo, hay acertijos que deben resolverse, siempre en la misma dirección.

Michael Ende, el autor, lo resume perfectamente: “Cuando nos fijamos un objetivo, el mejor medio para alcanzarlo es tomar siempre el camino opuesto. No soy yo quien ha inventado dicho método. Para llegar al paraíso, Dante, en su Divina comedia, comienza pasando por el infierno. (···) Para encontrar la realidad hay que hacer lo mismo: darle la espalda y pasar por lo fantástico. Ése es el recorrido que lleva a cabo el héroe de La historia interminable. Para descubrirse, a sí mismo, Bastián debe primero abandonar el mundo real (donde nada tiene sentido) y penetrar en el país de lo fantástico, en el que, por el contrario, todo está cargado de significado. Sin embargo, hay siempre un riesgo cuando se realiza tal periplo; entre la realidad y lo fantástico existe, en efecto, un sutil equilibrio que no debe perturbarse: separado de lo real, lo fantástico pierde también su contenido.”

La lectura de La historia interminable tiene un efecto importantísimo sobre Bastián, quien, a fin de cuentas, somos nosotros mismos. El viajar por Fantasía, el imaginar, el imaginarse, es el primer paso para el cambio real que sucede en Bastián. Es necesario imaginarnos consiguiendo el objetivo para alcanzarlo. A Bastián le costó casi la vida, porque después de imaignar, hay que volver al mundo real. Es necesario combinar ambas. Michael Ende lo clava al decir que “todo dentro de Fantasía tiene sentido”.

Como bien dice el señor Koreander, es una suerte tener un amigo en Fantasía. Y esa suerte no la tienen todos.

Aunque… eso es otra historia, y debe ser contada en otra ocasión.
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Hello darkness my old friend…

…I’ve come to talk with you again

Así es como empieza una de las canciones más populares de la historia, quizá también de las más emocionantes. Una canción sin estribillo, con solo una guitarra acústica en su versión original, y dos voces, las de Simon & Garfunkel, suficiente para emocionar.

La canción fue escrita reflejando el sentimiento del pueblo estadounidense tras el asesinato de John Fitzgerald Kennedy en 1963, y, curiosamente, lo hace a través de una melodía andina.

Paul Simon contó que la canción no debería tener un sentido demasiado profundo, que solamente eran versos propios de la angustia adolescente. Solo quería mostrar el sentimiento que tenía dentro tras el magnicidio. Tenía una sensación que no sabía como expresar, y esta canción fue su válvula de escape.

Hay ocasiones en las que algo nos atormenta o angustia, o, simplemente, nos duele. Y no sabemos qué hacer con estos sentimientos, con estas sensaciones. A veces no las expresamos porque tenemos miedo de que los demás no las comprendan, o de ser juzgados. A veces tampoco queremos molestarles con nuestras cosas. Y a veces, simplemente estas ideas no tienen sentido en nuestra cabeza, no sabemos cómo expresarlas.

A veces no las sacamos de la cabeza, porque no sabemos cómo.

Hay personas que expresan sus sentimientos verbalizándolos, otros a través de la poesía, de la música, del baile, de la pintura, la escritura… Lo importante es poder encontrar el vehículo para expresarse. Es necesario expresarlo.

Y… Paul Simon decía que aquello no tenía ni pies ni cabeza, que solo era su voz interior. Y sin embargo… no cuadra todo? La letra es tremendamente sugerente, son imágenes que te hacen comprender exactamente qué tenía en la cabeza al escribirlo. Aunque para él no tenga sentido, o crea pensar que no tiene sentido, la realidad es que el mensaje es claro.

Como bien dice al final de la canción, “The words of the prophets are written on the subway walls and tenement halls”. Y también, añadiríamos, en las letras de las canciones. Cualquier forma de expresarlas será igualmente válidas, siempre que llenen el sonido del silencio.

And whispered in the sounds of silence…