Expresarse.

Hablábamos ayer de Miguel Strogoff, de la conveniencia de expresar lo que todos llevamos dentro, de hacer que brote, de comunicarlo.

La comunicación implica dos personas, uno que emite, y otro que recibe. Hasta ahí todos lo tenemos claro. Pero sabemos que muchas veces nos encontramos con problemas para hacernos entender o para entender a la persona que quiere comunicarnos algo. En este caso debemos poner el acento en el cómo comunicamos.

Si miramos hacia nosotros mismos, debemos tener claro cual es nuestra manera ideal de comunicarnos. Puede que al hablar nos encontremos con dificultades a la hora de encontrar la palabra adecuada, que nos falte reflexión, que el discurso nos parezca atropellado, que al terminar de hablar nos surjan las ideas que debíamos haber comentado. O puede que al hablar sintamos que estamos expresando todo tal y como queremos.

También puede que al escribir nos entre la pereza, pensemos que “Sería más fácil si estuviera aquí”, nos desesperemos y dispersemos, pensemos que no servimos para escribir. O puede que en la pausa de la escritura encontremos la calma necesaria para expresar lo que queremos.

Puede, también, que pensemos que lo que de verdad haría que el otro lo entendiera fuera un abrazo o una caricia.

Tal y como hemos comentado, en la comunicación siempre hay dos personas. Y el que recibe también puede encontrarse en dificultades a la hora de escuchar (“Ojalá tuviera esto en vídeo, para poder verlo mil veces, para no perderme un solo segundo”), a la hora de leer (“Qué tono tendrá todo esto? Como debo interpretarlo? Me faltan señales, le falta vida”) o a la hora de sentirlo (“Muchas palabras, muchas palabras… pero ni siquiera me coge la mano”).

El arte es quizá el arte supremo de la comunicación. Los artistas (sobre todo los buenos), consiguen expresar sensaciones y, sobre todo, transmitirlas. Cuando un artista, ya sea pintor, músico, actor, escritor o perteneciente a cualquier otra disciplina, consigue conectar con nosotros, nos sentimos identificados, porque consigue encontrar el canal adecuado y nos transmite la idea de la manera en la que nosotros necesitamos entenderla.

Haces años hice un viaje a Islandia, un sitio verdaderamente especial. Hasta ahora no había encontrado la manera de expresar qué supone ese país, qué debo explicar para transmitir lo que tiene de especial esa isla. Hasta ahora, que alguien ha conseguido poner imágenes a lo que yo necesitaba expresar

A veces llega la ilusión cuando uno menos lo espera.

 

Miguel Strogoff y la comunicación. Contiene spoiler! Si no has leído la novela… léela!

Uno de los cuentos que recuerdo que leía cuando niño era Miguel Strogoff, la historia de Julio Verne sobre el correo del Zar que debía atravesar Siberia para avisar de la invasión tártara.

Al bueno de Miguel le pasa de todo para llegar a su destino, 5000 kilómetros de estepa dan para muchas aventura, e incluso se enamora de la bella Nadia. Una historia llena de acción, de épica, de intrigas, con unos malos muy malos… de las de antes.

El episodio que más recuerdo es aquel en el que Miguel, atrapado por sus enemigos, es cegado con un sable al rojo vivo en sus ojos frente a su madre, a la que profesa todo su amor. Las lágrimas que brotan de sus ojos detendrán el fuego del sable, y descubriremos al final de la novela, a la vez que el propio protagonista, que Miguel ha salvado su vista por estas lágrimas.

El dolor, la pena de saber que no va a poder volver a ver a su madre, y que ella le verá siempre con una venda en sus ojos, hacen que nuestro héroe venza al sable al rojo vivo.

Evidentemente, es una novela de ficción, no creo que nadie se arriesgara a dejarse quemar los ojos tras haber llorado. Pero… la novela habla de un sentimiento profundo que vence a un peligro físico. La manifestación física del sentimiento de Miguel consigue detener un peligro real.

Expresarse, hablar, compartir, sacar lo que tenemos dentro, es lo que hará vencer a cualquier acero al rojo. Y… quizás las circunstancias en las que saquemos lo que tenemos dentro no sean las más cómodas, ni las más adecuadas. Pero… desde luego, siempre van a ser beneficiosas.

 


Coro del Ejercito Ruso