Zihuatanejo

Cadena perpetua es una de esas película que siempre apetece ver. La historia de Andy, un aburrido contable de los años 50, que ingresa en la cárcel, condenado por el asesinato de su mujer y el amante de esta. Un pez fuera del agua, que pasa sus días en la cárcel defendiendose de las agresiones de delincuentes reales, mientras en su cabeza se debate entre la culpa de creerse capaz de asesinar y la responsabilidad de haber conseguido que su vida se fuera por la borda.

Hace amigos estando allí. Inlcuso en la cárcel, un personaje como el de Andy, interpretado por Tim Robbins, consigue destacar por sus conocimientos y paciencia. Entre toda su pandilla destaca Red, interpretado por Morgan Freeman, un “conseguidor” que está a punto de tirar la toalla e “instituacionalizarse”, la palabra que designan para saber que ya son parte de los muros de la cárcel, que el resto del mundo ya no es su hogar.

Andy siempre mantiene abierta la posibilidad de volver a la vida real, a la vida extramuros. Y sabe que la diferencia con su amigo está muy clara. Solo hay que decidir entre querer vivir o querer morir. La decisión es suya, y solo suya. Después vendrá todo lo demás, pero lo primero es elegir, posicionarse.

Andy sabe donde quiere ir cuando salga de la cárcel. Quiere terminar sus días en Zihuatanejo, un lugar de la costa del Pacífico de México, allá donde dicen que el océano no tiene memoria. Andy invita a Red a acompañarle, pero le recuerda que la decisión seguirá siendo suya. Solo hay que decidir si vivir o morir.

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