Muelle, o cómo dejar una firma.

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Juan Carlos Argüello diseñó una firma con el nombre de “Muelle”, que subrayaba con un dibujo de un muelle enroscado que terminaba en una flecha. Le gustó su propio diseño, y decidió comenzar a pintar en las paredes de las calles madrileñas. Eran los años 80, el graffiti no era demasiado popular en España, y Muelle consiguió ser tremendamente conocido en la ciudad, por la sorpresa que suponía su actuación, y por la ubicuidad de sus firmas.

La firma del Muelle fue evolucionando en los años posteriores, siempre con el mismo nombre, pero con un diseño en tres dimensiones, con diferentes colores, o añadiendo la (C) que avisaba de la paternidad y el registro del diseño.

Juan Carlos falleció en 1995, aunque dos años antes decidió dejar de firmar las paredes de su ciudad, declarando que había dejado de ser espontáneo. Los artistas también mueren.

Muelle declaró en aquellos años de la Movida que no había una razón especial para su firma, que no intentaba transmitir nada; Muelle solo quería llamar la atención, y desde luego que lo consiguió. Muelle consiguió inspirar a una generación de artistas urbanos, y consiguió pasar a la posteridad.

Hoy en día apenas quedan en Madrid pintadas originales de Muelle, todas están tapadas por otras firmas o por capas de pintura blanca. El arte urbano nació para ser muy popular, ya que su museo es la calle, pero también condenado a ser efímero. Muelle ha conseguido dejar su firma en la vida, lo mejor de sí mismo, a pesar de que ya no existan sus firmas.

Y tu? Sabes ya qué dejarás como firma en esta vida efímera?

Mångata

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Hay veces en la que uno se siente incomprendido. No es que se sienta solo, porque se sabe rodeado de otras personas. Simplemente siente que no es parte del lugar que pisa, que no es igual que aquellos a los que ve caminar a su lado.

En ocasiones uno siente algo que no sabe describir. Una sensación nueva, a la que no es capaz de ponerle nombre. Trata de acomodarla a algo conocido, trata de identificarla con alguna vivencia anterior, pero nada casa.

A veces uno se siente despistado, duda de si es él el que falla o es el idioma el que no tiene suficientes palabras. Piensas entonces que eres raro, que no es normal lo que te sucede. Y eso desconcierta.

En ocasiones uno tiene un sentimiento de soledad, de estar solo en el bosque y conectado con la naturaleza. Y resulta que no hay una palabra para ello. Pero… si! Los alemanes la tienen. Es Waldeinsamkeit. Es imposible de pronunciar, pero.. existe!

A veces lo que necesitamos no está en lo que conocemos, en ocasiones tenemos que estar buscando más allá de lo que tenemos a mano. Y entonces, cuando encontramos la palabra exacta, sentimos que todo cuadra.

En ocasiones no basta con lo que conocemos. Y solo el aprender nos llevará a sentirnos como necesitamos.

Por cierto, Mångata es, en sueco, la palabra para el surco luminoso, con forma de camino, que crea la luna sobre el agua. Y no me digais que no es bonito.

Alex Zanardi

Alex Zanardi nunca fue un gran piloto de Formula 1, las cosas como son. Estuvo cinco temporadas en Lotus, Williams, Minardi y Jordan, en las que solo consiguió un punto, siendo su mejor resultado un sexto puesto. Realmente, podríamos considerar que estos resultados son mediocres, siempre teniendo en cuenta que hablamos de la Formula 1, en la que solamente los muy privilegiados tiene la posibilidad de participar. Correr en la Formula 1 supone ser parte del Olimpo en la Tierra, una vida llena de lujos y excentricidades.

Zanardi corrió también en la Champ Car, donde tuvo sus mayores éxitos. En 2001 tuvo un brutal accidente en esta competición, que provocó la amputación de sus dos piernas por encima de la rodilla. Un durísimo golpe, que sin embargo no terminó con su carrera. De hecho, siguió participando en el Campeonato Europeo de Turismos y tuvo una nueva oportunidad de subirse a un Formula 1.

En 2009 dejó las carreras de coches, pero ahí no terminaron sus retos. Hace solo unas semanas, en las paralimpiadas de Londres 2012, Zanardi consiguió dos medallas de oro, en contrarreloj individual y en la prueba de ruta, en la categoría H4, en triciclo propulsado por las manos, un deporte muy exigente. Impresiona la imagen de un Zanardi triunfador, tras bajarse de la bici, levantando esta con un brazo por encima de su cabeza.

Zanardi ha demostrado que la voluntad es el arma más poderosa del deportista. La mentalidad supera a la fuerza de las piernas o a la musculatura de los brazos.

Preguntado sobre si defendería su título en los Juegos de Río de Janeiro de 2016, Zanardi contestó que estaba empezando a aburrirse, y que quizá intentaría correr las 500 millas de Indianápolis.

Te atreves a apostar que no es capaz de ganar?

Hiroshima y la adelfa.

En Agosto de 1945 cayó en Hiroshima, en Japón, la primera bomba atómica. El mundo ni siquiera podía imaginar el efecto del arma nuclear: murieron más de 140.000 personas, unas 78.000 de ellas de manera inmediata, y la ciudad quedó devastada. Apenas unos pocos edificios quedaron en pie en varios kilómetros a la redonda, uno de ellos el de la imagen, símbolo actual de Hiroshima. La ciudad pasó a ser una cicatriz en la tierra.

Al tercer día, el servicio de tranvías de Hiroshima reanudó de nuevo su actividad.

Hiroshima tenía en el momento del ataque norteamericano una población de 420.000 habitantes. Tras la bomba, la población descendió a 137.000. Solo diez años después, en 1955, la ciudad volvió a tener la misma población que antes de la guerra.

Hoy en día viven en Hiroshima más de un millón de personas.

La flor en el escudo de Hiroshima es la adelfa, la primera especie que volvió a crecer en la ciudad tras la bomba atómica.

Todo tiene solución.