El espacio vital en el otoño.

Ya ha llegado el otoño, al menos en Madrid. Hasta hace dos días teníamos buen tiempo, pero estas cosas llegan así. Un día se pone a llover, y ya el cielo no vuelve a ser claro a partir de las siete de la tarde hasta que llegue abril.

En los días de otoño la gente se arma con paraguas. Y hago bien en decir que se arman, porque realmente a veces la calle se convierte en un campo de batalla.

Tengo un amigo que odia los paraguas, pero los lleva porque si no se siente indefenso. Está incómodo cargando con él todo el día, porque los días que amanece lloviendo ya sabéis que a medio día para, y los que comienzan con cielo despejado, terminan lloviendo a mares. Es una de las leyes clásicas de Murphy. Y le cabrea tener que cargar con el paraguas todo el día, pero no le queda más remedio que llevarlo para protegerse de el resto de ciudadanos. Y es que cuando llueve, cuando cargamos con un paraguas, perdemos el sentido de nuestras medidas. Nuestras fronteras cambian, y no sabemos controlarlas. Por encima de nuestra cabeza nos sale un sombrero que nos hace medir un metro más de diámetro, y eso no sabemos controlarlo.

Sin embargo… todos conocemos las distancias en las que nos sentimos cómodos. Cuando no llevamos paraguas sabemos hasta donde podemos acercarnos a nuestros interlocutores, sabemos cuando nos sentimos incómodos cuando alguien se nos acerca demasiado para hablarnos, reconocemos la desconfianza de alguien cuando está demasiado lejos para contarnos algo que tiene que contarnos. Todos nos sentimos incómodos en el ascensor, porque estamos demasiado cerca del otro. Y nos sentimos liberados cuando llega nuestro piso.

Cada uno de nosotros tenemos una “burbuja” alrededor, que es la que marca las distancias a las que la gente puede acercarse a nosotros. Esta burbuja varía de tamaño según estemos en la playa, en un concierto o abrazados a otra persona. Los límites son, evidentemente, invisibles, pero todos conocemos los nuestros.

Si queremos que la persona con la que tratamos reciba todo el respeto y aprecio que la tenemos, debemos tener en cuenta esta burbuja, no traspasar los límites. Y esta burbuja no solo se debe quedar en el aspecto físico, si no también en los límites de trato personal y confianza que tenemos con todas las personas con las que nos encontremos, sean clientes, compañeros… Si nos gusta preservar nuestra burbuja, respetemos también la de los demás. Y conseguiremos llegar a un mejor entendimiento.

Y… por favor, cuando paseéis con un paraguas… acordaros de que hay algunos incautos que no llevamos paraguas porque no nos gusta, y no queremos llevarlo únicamente para competir en la batalla. Acordaros de que medís un metro de diámetro, que las varillas de los paraguas están afiladas y a veces pincháis nuestra burbuja!

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