Pulsa por favor el play del video de más abajo. Seguro que la música hace olvidar mi pobre prosa hoy.
J.S. Bach compuso en el siglo XVIII las Variaciones Goldberg, unas piezas para piano que os sonarán nada más escucharlas por primera vez. Obras atemporales, se compusieron como ejercicios para intérpretes con un cierto grado de pericia o dominio. Apenas sé nada de música clásica, pero el mundo parece estar bastante de acuerdo en que Glenn Gould, pianista canadiense, ha sido uno de los mejores intérpretes de estas obras en los últimos tiempos.
Glenn Gould, que vivió entre los años 1932 y 1982, fue un intérprete excepcional, que tuvo un rango de estrella internacional por la calidad de sus interpretaciones, pero también por sus excentricidades. Llegaba siempre a los conciertos con una bufanda, independientemente del calor que hiciera, y siempre se hacía acompañar de una pequeña silla desvencijada, con la que interpretó todos sus conciertos. Su imagen estaba alejada de aquello que se llama “glamour”.
Verle tocar sobre aquella pequeña silla era una experiencia impactante. Precisamente porque uno se olvidaba de todo lo accesorio, y se centraba en su interpretación, tan sentida que parecía que el piano era el que interpretaba las sensaciones de Glenn. Aquella pequeña silla le hacía encorvarse mucho sobre el piano, y casi tocaba las teclas con la nariz. Para reconocer sus grabaciones basta con estar atento, pues no es raro escuchar su voz, canturreando mientras interpreta la obra.
Poco debió sorprender cuando a los 31 años, convertido en una estrella internacional del piano, anunció que se retiraba de los escenarios, que no volvería a dar nunca más un concierto. Años después, preguntado por las motivaciones de aquella decisión, no pudo ser más claro: “Era una pérdida de tiempo”. Había intentado que funcionara, pero para él todo aquello no tenía sentido. Pensaba que la música estaba hecha para ser disfrutada en la intimidad, y los conciertos que había dado solo habían confirmado esa suposición.
Si uno ve tocar el piano se da cuenta que Glenn Gould toca para él mismo, para nadie más. No hay ninguna concesión hacia la cámara, hacia el público. Glenn interpreta la música como él la siente, y la siente como algo personal, individual, y es así y solo así como es perfecta.
En aquella entrevista el periodista siguió indagando sobre cuales eran los motivos para dejar de tocar, aparte del evidente desagrado personal. La respuesta de Glenn, sorprendido por la pregunta, no dejó ninguna duda: “No hay razón de mayor peso que el desagrado personal, pues supone el mayor aliciente imaginable. A partir de ahí, todo lo demás es secundario e irracional”
Glenn Gould llevaba siempre consigo su silla, allá donde fuera. Nunca dejó que fuera otro el que eligiera una silla para él, nunca se sintió cómodo sentado sobre la silla que otro le proporcionara. Vivió como quiso, y será recordado como un genio.