Justo Gallego cumple 89 años en unos días. Y ya van para 50 años los que lleva trabajando para levantar una catedral (“su” catedral) en Mejorada del Campo.
Justo ingresó en un convento de Soria a los 27 años, pero una tuberculosis asustó a los monjes, que le obligaron a abandonar el convento por miedo a un contagio. Era el año 1961. Justó se curó, y atribuyó su curación a Dios y a la Virgen, y quiso agradecérselo.
No se le ocurrió otra cosa al bueno de Justo que levantar una catedral, él solo, con sus manos, en un terreno que la familia tenía en Mejorada. Justo era un labriego, sin conocimientos de arquitectura ni ingeniería. Pero hoy su catedral tiene tres plantas, incluyendo un atrio, y el armazón de su cúpula reluce como un simbolo quijotesco en el cielo de su pueblo natal.
La catedral tiene tres naves, a la manera de las catedrales góticas. Los arcos son de medio punto, la nave central tiene cincuenta metros de largo, y el punto más alto de la cúpula se encuentra a una altura de 35 metros. Los moldes para hacer las columnas son bidones de gasolina, y el material utilizado viene del desecho de fábricas de elementos de construcción cercanas.
En la entrada hay un cajón en el que se reciben donativos para terminar la iglesia. Siempre puedes encontrar a Justo por allí, trabajando o simplemente descansando, ataviado sin falta con su gorro rojo. Podrás saludarle si te acercas, te agradecerá también un donativo para poder terminar su catedral. Aun quedan muchas cosas por hacer.
Se sabe que Dios escribe recto con renglones torcidos. En el caso de Justo, Dios diseña con columnas torcidas.
La fe de Justo es inquebrantable. Ha dedicado su vida a un proyecto, que le ha hecho feliz. Quizá no lo vea terminado, pero es el proceso, la búsqueda de la consecución del objetivo lo que le ha hecho feliz cada día.
Paseando por las bóvedas de la Catedral, no es dificil imaginar las veces que Justo habrá dudado de su obra, habrá sido tentado a abandonarlo todo. Las faltas de materiales, de apoyo, los fracasos y las vueltas a comenzar. Las dudas, las preguntas, el aprendizaje a base de errar, los amaneceres que le descubren ya en el andamio. Y sin embargo, allí sigue, con 89 años, poniendo toda su ilusión, que sigue siendo la de aquel joven que salió del monasterio, trabajando para conseguir su objetivo.
La motivación de Justo sigue firme 50 años después. El agradecimiento, la fe, el trabajo, el ejemplo que proporciona a aquel que quiera saber de él.
Y si solo tuvieramos una parte de esa determinación cada uno de nosotros.