Más coaching en la Universidad.

El pasado viernes tuve la suerte de poder compartir un par de horas con los alumnos del Master de Dirección Integrada de Proyectos de la Universidad Politécnica de Madrid. Dos horas en las que estuvimos charlando de coaching, de lo que es y de lo que no es, de cómo poder utilizarlo en la gestión de personas y en el autoconocimiento.

Quisiera desde aquí dar las gracias a todos los asistentes por el interés mostrado y por el respeto que recibí hacia todo lo que allí comentamos. Hay veces que uno habla de coaching y ve en las caras de los que escuchan que nada de lo que está diciendo va a quedarse en el cerebro más que unos segundos. Y hay ocasiones en las que se nota que lo dicho está calando, que está siendo útil. El viernes fue una de esas ocasiones. Y quisiera daros las gracias a todos! Es un privilegio poder enseñar coaching en la Universidad, y una suerte poder hacerlo a gente interesada en ello! El coaching debe ser útil, y el viernes sentí que lo estaba siendo. Gracias por al confianza!

Y.. doble privilegio el saber que los alumnos del año pasado no se han olvidado aún de mi!

Gracias a todos por vuestro interés. Si necesitas cualquier aclaración o cualquier ayuda, no dudéis en escribirme a jorgeviejo.coaching@gmail.com . Ahí estaremos para lo que necesitéis. Gracias!

Romperlo todo.

En un lugar del pasado, la ciudad A y la ciudad B eran vecinas. Comerciaban juntas y, en cierta medida, dependían una de la otra. En esta relación de vecindad, como sucede en todo el mundo, surgió una competitividad. Ambas pretendían ser mejor que la otra, e intentaban superarla en todas las facetas posibles. Una vez al año, el alcalde de la ciudad A viajaba a la ciudad B, protocolariamente, para mantener las buenas formas y la relación de buena vecindad. Al año siguiente, la visita era devuelta por el alcalde de la ciudad B.

Cuando el alcalde A visitaba la ciudad B, su alcalde le mostraba la prosperidad de la ciudad. Le enseñaba el progreso conseguido, le hacía visitar los mejor lugares, le invitaba a los mejores manjares. Le mostraba el silo donde guardan los víveres para el invierno, las pieles que utilizarían durante el resto del año, las nuevas embarcaciones que habían ideado. Todo con el afán de mostrar lo mejor de su propia ciudad, de impresionar a su contrincante y vecino.

El momento cumbre llegaba al final de la visita. Cuando el alcalde A estaba ya dispuesto para marchar de vuelta a su ciudad, saciado de comida y bebida, agasajados los ojos, el alcalde de la ciudad B daba el toque final: quemaba todo lo que le había mostrado. Sus reservas para el invierno, sus mejores pieles, sus nuevas construcciones, sus embarcaciones más modernas. Todo ardía.

El alcalde de la ciudad A llegaba a su ciudad, y aún aturdido por lo que acababa de ver, comenzaba a  preparar la visita del alcalde de la ciudad B del año siguiente, con el afán de superarle, tanto en calidad como en cantidad. Arengaba a su pueblo para tener más grano, mejores víveres, embarcaciones más grandes… Todo debía superar lo visto en su reciente visita a B, y todo ardería.

Visto racionalmente, esta actitud de ambas ciudades es absurda, puesto que ambas pasaban penurias durante todo el año, ahorrando lo mejor de cada partida para el momento de impresionar a sus vecinos. Pero para ellos todo merecía la pena por el momento de mostrase superiores a sus vecinos, de mostrarles que no les importaba despreciar lo mejor.

Algo similar sucede cuando una estrella de rock rompe su guitarra en el escenario. Nos está diciendo: “Ey! Tu ahorras un año para comprarte una guitarra como esta? Yo destrozo una cada noche”.

Qué nos pasa? Para qué necesitamos hacer ver que no necesitamos cosas que necesitamos? Realmente es preferible renunciar a esas  necesidades a hacer creer a otros que no las tenemos?

Tenemos todos esa necesidad de sentirnos superiores a los demás? Y.. no solo eso, si no… mostrárselo? Decírselo bien alto?

 

Nuestra parte mala

Seguramente, la historia del Dr Jekyll y Mr Hyde es de las más conocidas de la literatura universal, aunque seguramente sea de los libros menos leídos.  Ha conseguido trascender al imaginario colectivo, y en parte es una pena, ya que se pierde la capacidad de sorpresa de la historia al leerla. Debía ser una gozada leer la historia sin conocer el desenlace. Por supuesto, aqui lo voy a destripar…. Sirva como aviso!

El Dr. Jekyll está convencido que todos tenemos una parte buena y una mala dentro de nosotros, y ha inventado la fórmula para poder separar ambas partes. Gracias a una poderosa droga, Jekyll, hombre rodeado de virtudes, se convierte en Hyde, su mezquina parte escondida. Los personajes son maniqueos: Jekyll es la esencia de la virtud, Hyde es el compendio de todos los males.

El doctor puede elegir la personalidad que desee tener, solo deberá elegir la cantidad necesaria de su fórmula para variar de estado. Y lo curioso de la historia es que Jekyll desea ser Hyde. Jekyll, un doctor reputado, respetado, querido por sus amigos, necesita sentirse Hyde, necesita que su parte mala, su mitad malvada, en la que acumula los odios y los bajos instintos, salga a la luz, campe a sus anchas. Jekyll lo necesita, y, aunque sabe que Hyde provoca altercados y destrozos en su vida, promueve el que esa parte no quede escondida dentro de sí mismo.

Al final de la historia Jekyll se da cuenta de que su droga se está terminando, e intenta encontrar más. Tiene dificultades para conseguir una nueva remesa de la fórmula exacta, y finalmente solo le queda una dosis. Debe elegir qué personalidad de las dos debe mantener hasta que encuentre la nueva fórmula. Y… decide elegir seguir siendo Hyde mientras espera. Hyde tiene ganas de vivir que Jekyll, Hyde tiene una mayor vitalidad. Siendo la parte negativa del Doctor, tiene más interés en la vida que el propio Doctor.

Somos todos como Jekyll? Deseamos sacar nuestra parte mala a pasear? Es nuestra parte mala la que nos empuja a seguir viviendo?  Nos sentimos todos bien cuando hacemos el mal? Mejor incluso cuando hacemos el bien?

En este caso no soy yo el que va a responder a estas preguntas. Me gustaría saber vuestras opiniones!

 

 

 

 

Roy Haynes y el cambio: “When I was young…”

Hace algunos meses estuve en el concierto de Roy Haynes, un batería de jazz que tocaba con su banda en Madrid. Batería, contrabajo, piano y saxo. Cálido, cercano, sentido. Bastante espectacular.

Cerca del final del concierto cogió el micrófono para presentar a la banda. Les presentaba por su nombre, , diciendo de donde venía cada uno de ellos. Uno de ellos, el pianista, dijo que era de Miami. Entonces Roy, maestro de ceremonias, cogió de nuevo el micrófono y djo la frase. “When I was young I used to be from Miami. Now that I´m old, I´m from New York”

La respuesta no deja de ser curiosa, puesto que uno es de donde ha nacido, pero él lo interpretó como “con que ciudad me siento identificado, de qué ciudad vengo”. Y me gustó el hecho de que no solo hubiera cambiado su ciudad con la que se siente identificado durante su vida, si no que además, nombró ambas. Nos contó su vida en apenas una frase.

El nacimiento en Estados Unidos no es un dato relevante. De hecho, si nos fijamos, siempre la respuesta a esa pregunta va a compañada de “…pero me crié en …”. La movilidad en este país es mucho mayor que la que nosotros conocemos en España. Roy Hudges, de hecho, nació en Boston, ciudad que ni siquiera aparece en su pequeña biografía.

Para Roy, que ha viajado por todo el mundo con su música, el cambio de residencia entre Miami y Nueva York supuso un cambio en sí mismo, tanto que terminó identificándose con una nueva ciudad, dejando de lado la antigua, aunque nunca olvidarla.

Ser consciente de ese cambio denota que Roy sabe quien es, cómo ha cambiado, y que está dispuesto a volver a cambiar. Aceptar el cambio, reconocerlo, aprovecharlo. Y estar dispuesto para el siguiente.

Roy Haynes no es solo uno de los mejores baterías de la historia, además… es un tío inteligente.

 

Expresarse.

Hablábamos ayer de Miguel Strogoff, de la conveniencia de expresar lo que todos llevamos dentro, de hacer que brote, de comunicarlo.

La comunicación implica dos personas, uno que emite, y otro que recibe. Hasta ahí todos lo tenemos claro. Pero sabemos que muchas veces nos encontramos con problemas para hacernos entender o para entender a la persona que quiere comunicarnos algo. En este caso debemos poner el acento en el cómo comunicamos.

Si miramos hacia nosotros mismos, debemos tener claro cual es nuestra manera ideal de comunicarnos. Puede que al hablar nos encontremos con dificultades a la hora de encontrar la palabra adecuada, que nos falte reflexión, que el discurso nos parezca atropellado, que al terminar de hablar nos surjan las ideas que debíamos haber comentado. O puede que al hablar sintamos que estamos expresando todo tal y como queremos.

También puede que al escribir nos entre la pereza, pensemos que “Sería más fácil si estuviera aquí”, nos desesperemos y dispersemos, pensemos que no servimos para escribir. O puede que en la pausa de la escritura encontremos la calma necesaria para expresar lo que queremos.

Puede, también, que pensemos que lo que de verdad haría que el otro lo entendiera fuera un abrazo o una caricia.

Tal y como hemos comentado, en la comunicación siempre hay dos personas. Y el que recibe también puede encontrarse en dificultades a la hora de escuchar (“Ojalá tuviera esto en vídeo, para poder verlo mil veces, para no perderme un solo segundo”), a la hora de leer (“Qué tono tendrá todo esto? Como debo interpretarlo? Me faltan señales, le falta vida”) o a la hora de sentirlo (“Muchas palabras, muchas palabras… pero ni siquiera me coge la mano”).

El arte es quizá el arte supremo de la comunicación. Los artistas (sobre todo los buenos), consiguen expresar sensaciones y, sobre todo, transmitirlas. Cuando un artista, ya sea pintor, músico, actor, escritor o perteneciente a cualquier otra disciplina, consigue conectar con nosotros, nos sentimos identificados, porque consigue encontrar el canal adecuado y nos transmite la idea de la manera en la que nosotros necesitamos entenderla.

Haces años hice un viaje a Islandia, un sitio verdaderamente especial. Hasta ahora no había encontrado la manera de expresar qué supone ese país, qué debo explicar para transmitir lo que tiene de especial esa isla. Hasta ahora, que alguien ha conseguido poner imágenes a lo que yo necesitaba expresar

A veces llega la ilusión cuando uno menos lo espera.

 

Miguel Strogoff y la comunicación. Contiene spoiler! Si no has leído la novela… léela!

Uno de los cuentos que recuerdo que leía cuando niño era Miguel Strogoff, la historia de Julio Verne sobre el correo del Zar que debía atravesar Siberia para avisar de la invasión tártara.

Al bueno de Miguel le pasa de todo para llegar a su destino, 5000 kilómetros de estepa dan para muchas aventura, e incluso se enamora de la bella Nadia. Una historia llena de acción, de épica, de intrigas, con unos malos muy malos… de las de antes.

El episodio que más recuerdo es aquel en el que Miguel, atrapado por sus enemigos, es cegado con un sable al rojo vivo en sus ojos frente a su madre, a la que profesa todo su amor. Las lágrimas que brotan de sus ojos detendrán el fuego del sable, y descubriremos al final de la novela, a la vez que el propio protagonista, que Miguel ha salvado su vista por estas lágrimas.

El dolor, la pena de saber que no va a poder volver a ver a su madre, y que ella le verá siempre con una venda en sus ojos, hacen que nuestro héroe venza al sable al rojo vivo.

Evidentemente, es una novela de ficción, no creo que nadie se arriesgara a dejarse quemar los ojos tras haber llorado. Pero… la novela habla de un sentimiento profundo que vence a un peligro físico. La manifestación física del sentimiento de Miguel consigue detener un peligro real.

Expresarse, hablar, compartir, sacar lo que tenemos dentro, es lo que hará vencer a cualquier acero al rojo. Y… quizás las circunstancias en las que saquemos lo que tenemos dentro no sean las más cómodas, ni las más adecuadas. Pero… desde luego, siempre van a ser beneficiosas.

 


Coro del Ejercito Ruso

Hiroshima y la adelfa.

En Agosto de 1945 cayó en Hiroshima, en Japón, la primera bomba atómica. El mundo ni siquiera podía imaginar el efecto del arma nuclear: murieron más de 140.000 personas, unas 78.000 de ellas de manera inmediata, y la ciudad quedó devastada. Apenas unos pocos edificios quedaron en pie en varios kilómetros a la redonda, uno de ellos el de la imagen, símbolo actual de Hiroshima. La ciudad pasó a ser una cicatriz en la tierra.

Al tercer día, el servicio de tranvías de Hiroshima reanudó de nuevo su actividad.

Hiroshima tenía en el momento del ataque norteamericano una población de 420.000 habitantes. Tras la bomba, la población descendió a 137.000. Solo diez años después, en 1955, la ciudad volvió a tener la misma población que antes de la guerra.

Hoy en día viven en Hiroshima más de un millón de personas.

La flor en el escudo de Hiroshima es la adelfa, la primera especie que volvió a crecer en la ciudad tras la bomba atómica.

Todo tiene solución.

Sergio García y “no sirvo para ganar un grande”

Sergio García, uno de los mejores golfistas de este país, ha declarado recientemente “no sirvo para ganar un grande”.

En varias ocasiones ha estado muy cerca de conseguirlo, pero en las últimas jornadas ha tenido dificultades para centrarse, y no ha podido conseguirlo un título de los llamados “Grandes”. Todos los críticos coinciden que es un problema mental, que Sergio sabe jugar al golf, y es capaz de conseguir lo que se proponga.

Todos coinciden, excepto, aparentemente, él.

Quizás convendría que Sergio leyera estas preguntas:

Sergio, ¿qué supone para ti ganar un Grande?
¿qué perderías si consiguieras ganar un Grande?

Quizás en estas dos preguntas sencillas esté la respuesta que haga que Sergio García consiga pensar que es capaz de ganar un gran torneo. Y no cerrar la cuenta en uno!

Día de perros.

Octubre. Sábado. 7 de la mañana. El viento frío se cuela entre los resquicios de la cremallera del abrigo. La fina lluvia empapa los pantalones. Las ráfagas de aire convierten las gotas en molestos proyectiles, que consiguen llegar a los más recónditos escondites de la piel. El Sol no ha aparecido, y no se le espera. Las luces de las farolas alumbran las calles vacías, la lluvia cayendo en todas direcciones. El termómetro marca siete grados. Del portal 38 sale disparado Bruto, ignorando la lluvia, necesitando un árbol donde aliviarse. Su dueño, tres metros por detrás, se refugia al abrigo del portal, hasta que no sea estrictamente necesario salir a la intemperie. Y Bruto termina, y comienza el paseo hacia el parque, el recorrido de todos los días. Mira a su dueño, que se cala el sombrero y se sube los cuellos de la gabardina. Ambos comienzan a pasear por las aceras llenas de charcos, uno de ellos con indisimulada alegría y alivio.

En el parque la arena se ha convertido en barro por el agua caída, lo cual hace disfrutar aún más a Bruto. De la gabardina extrae su dueño un chicle. En día de lluvia, fumar es casi una osadía. Bruto, excitado, se acerca a su amo, le ladra de puro contento, acaba de ver llegar a un amigo por el otro lado del parque. La excitación le hace levantarse sobre las patas traseras, manchando de barro la gabardina con las delanteras. Apenas unos segundos, se va corriendo en busca de su amigo recién llegado, un viejo conocido del parque.

Ambos dueños se saludan desde el breve resquicio entre el sombrero y la gabardina.

– Sabes por que a estos días les llaman “días de perros”?
– Los únicos que nos atrevemos a salir a la calle somos los que tenemos perros, verdad?
– Sí. Bueno, en realidad los únicos que salimos somos los que queremos a nuestros perros.
– Buen matiz.
– Sí, esto no deja de ser un maldito acto de amor.

– Vendrás mañana?
– Siempre.

La huelga y la tormenta.

Aprovechando el día de huelga, y que el otro día hablamos de la creatividad y los brinicles, quisiera comentaros que siempre me ha parecido que las huelgas son un elemento relativamente sencillo de convocar. No es esta una crítica a aquel que quiera hacer huelga, todos tenemos derecho a hacerla, y además es fundamental que tengamos ese derecho. Simplemente creo que ha perdido la eficacia que les podría caracterizar, y que faltan nuevas ideas que consigan el objetivo que se persigue.

Creo que los pilotos de Iberia deben estar de acuerdo conmigo en que es sencillo convocar huelgas, porque parece que no se les ocurre nunca ninguna otra idea para conseguir sus objetivos. Y.. la verdad, dudo de que alguna vez las huelgas consigan sus éxitos.

Así que apelo a la creatividad de todos vosotros, para que propongamos nuevas ideas para conseguir objetivos de una manera pacífica, creativa y que llegue al fondo del problema. Lo mejor es tratar de razonar las posibles ideas, saber hacia dónde tratan de atacar. Yo propongo también una que se me ha ocurrido, pero seguro que a lo largo del día también puedo participar.

– Sabemos que muchos partidos políticos están presos de grandes empresas y bancos. Y que estas grandes corporaciones son las que pueden apretar a los partidos políticos y al gobierno. Podríamos, durante las dos semanas previas al día fijado, dedicarnos a llamar a las grandes empresas con las que tenemos contratos (bancos, compañías de telecomunicaciones, de energía…) solicitando que con la fecha concreta acordada cancelaremos nuestro contrato a no ser que el Gobierno retire la ley que queremos que se retire. Las compañías no harían caso a un caso específico, pero si se reciben miles de solicitudes similares, seguro que harán todo lo posible para no perder esos clientes. Además, la contabilidad de aquellos que protestan será mucho más sencilla, las grandes empresas tienen estos números muy calculados. Y sabremos exactamente cuanta gente está protestando.

Espero vuestras aportaciones! Tormenta de ideas!