La economía como estado de ánimo.

“La suerte es para el que la busca”. Es una frase que hemos escuchado muchas veces, y que viene a decir que aquel que más trabaja, curiosamente, es el que más suerte tiene. Yendo más allá, entendemos que el estado de ánimo influye mucho en el resultado final. Si afrontamos un desafío convencidos de que vamos a conseguirlo, tendremos muchas más posibilidades de lograrlo que si no creemos en nuestras posibilidades.

Estaba viendo la tele esta tarde, y en las noticias anunciaron lo siguiente:

“El paro baja en casi 99.000 personas en Junio, pero la tasa interanual de desempleados crece un 12%”

Bien. Es este un buen dato o no? La verdad es que uno comienza leyendo y parece que no está mal, pero al terminar de leer la frase a uno le dan ganas de acaparar las latas de guisantes en el supermercado por lo que pueda pasar.

El dato objetivo es que el paro ha descendido en 98.853 personas, y la tasa interanual de desempleados es de 11.97%.

El fútbol, decía Valdano, es un estado de ánimo, y la economía, añado yo, que soy un valiente, también lo es. La confianza parece un factor clave en la economía. Si algo va bien, nos subiremos al carro, si algo va mal, venderemos lo antes posible. Parece lógico, no estamos para arriesgarnos.

Juntando todas estas ideas, sabiendo que el marketing tiene unas bases muy sencillas (las cifras que acaban en impares, parecen menores, un precio 9.99 parece muy inferior a un 10, aunque no lo sea), no pensáis que podemos incidir en la manera de dar esta noticia que nos haga buscar un poco más la suerte?

Vamos a probar con un nuevo titular.

“El paro bajó en España en casi 100.000 personas en el último mes. Es la mayor caída en los últimos 16 años”

Por que… a quien le interesa la tasa interanual? Seguro que no podemos sacar una tasa trimestral, bimensual, de los últimos veinte minutos, que refleje algo positivo? Si no vendemos algo positivo… quien va a querernos? Que tal si nos damos a nosotros mismos un mensaje positivo?

El efecto Pigmalión y la Selección.

El efecto Pigmalión consiste en conseguir algo debido al impulso de creer que es posible conseguirlo.

La autocreencia de que es posible conseguir un objetivo hace mucho más viable la consecución del objetivo. Tiene su origen en la mitología griega, como otras muchas buenas historias.  Pigmalión, un escultor griego, se enamoró de una de sus esculturas, llegando al punto de tratarla como si fuera una persona real. Después de un sueño, Afrodita convirtió en alguien real dicha escultura. Se llama Efecto Pigmalión, ya que él superó lo que esperaba de sí mismo al crear una escultura tan perfecta que llega a enamorarse de ella.

Hoy, que la selección de fútbol se juega su pase a la final de la Eurocopa, recordamos el partido quizá más emocionante de los últimos años, el que cambió la mentalidad de la Selección. Una selección que tradicionalmente caía en la ronda de cuartos de los grandes campeonatos, se enfrentaba a Italia, una selección que parecía a un nivel superior, casi intocable.

El partido terminó empatado. España había jugado como nunca, pero… al menos se había salvado de la habitual derrota. Y llegaban los penaltis, en los que todos pensamos que iban a ser la despedida de la selección del campeonato. Comenzaron marcando Villa y Cazorla. Casillas paró el segundo lanzamiento de los italianos, y Senna amplió la ventaja de España. Sin embargo, Güiza falló su lanzamiento, y comenzamos a pensar que era el comienzo de la remontada de Italia, de la historia de siempre.

Pero dos jugadores estaban convencidos de poder cambiar la historia. Casillas paró el siguiente penalti de los italianos, y de repente nos vimos todos rezando para que Cesc metiera su lanzamiento. Si entraba, España habría pasado de cuartos. Un objetivo que parecía inalcanzable, una barrera mental pero que casi podíamos tocar y sentir con las manos.

Así que Cesc cogió el balón, dijo unas palabras para sí, dio diez pasos hacia atrás y, decidido, comenzó una carrera hacia el esférico, que golpeó decididamente, sin una sola duda. Cesc sabía que el balón iba a entrar nada más cogerlo en sus manos. Él creía.

Corrió hacia la grada repleta de españoles vestidos de rojo. Solo entonces entendimos que sí, que aquel objetivo se había conseguido. Gracias a aquellos dos irreverentes españoles, que lucharon contra las ideas preconcebidas, que no quisieron entender las normas, todo un país creyó que no había límites.

Hoy, cuatro años después, las semifinales parecen un objetivo sencillo, alcanzable. Que fácil nos acostumbramos a las cosas buenas. Pero… esta sensación no hubiera sido posible sin que un grupo de personas pensara que sí, que ellos son capaces de amar una estatua de piedra como si fuera alguien real.